Nuestro sistema solar se formó hace unos 4.500 millones de años por la contracción gravitatoria de una nube de polvo y gas, el 99 % se condensó en el sol y el 1 % restante dio lugar a los planetas (incluida la tierra), satélites y cometas.
En la Tierra, durante los siguientes 600 millones de años, no hubo un momento de tranquilidad, estuvo bombardeada por una lluvia incesante de planetoides, cometas y meteoritos, además de su propia actividad volcánica interna. En este laboratorio agitado se formarían moléculas orgánicas y aminoácidos, a partir de las cuales surgió la vida hace unos 3.900 millones de años, como parecen indicar las huellas fósiles de materia orgánica halladas en las rocas sedimentarias más antiguas del mundo en Isua (Groenlandia). A partir de entonces, la historia de la tierra es la historia de la evolución de la vida, creándose una fantástica biodiversidad en nuestro planeta, que es el tesoro de la información acumulado por la energía vital durante casi 4.000 millones de años de evolución.
Hace unos 500 millones de años surgieron, como consecuencia de la evolución de seres primitivos, los craniados o vertebrados (45.000 especies diferentes), estos se dividen en dos subfilos: agnatos y gnatostomos, éstos últimos incluyen a los peces (25.000 especies) y a los tetrápodos (20.000 especies) adaptados a la vida terrestre, que perfeccionaron su adaptación con la aparición del amnios (bolsa amniótica en la que el embrión puede completar su desarrollo sin necesidad de volver al agua), entre éstos están los reptiles, las aves y los mamíferos.
Los primeros anfibios aparecieron hace 370 millones de años y pronto poblaron las tierras emergidas, durante todo el Mesozoico (240 a 65 millones de años) los grandes reptiles “dinosaurios” dominaron la tierra, la evolución a mamíferos tardó 100 millones de años y con la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años, heredaron la tierra. Desde entonces estamos en la “era de los mamíferos” (Cenozoico, era actual).
Los mamíferos (4.500 especies diferentes) se dividen en distintos órdenes: marsupiales, quirópteros o murciélagos, edentados, carnívoros, perisodáctilos (caballos…), cetáceos, primates…
Desde la antigüedad el ser humano se ha esforzado en mantener las diferencias con los animales, las evidencias actuales prueban que el hombre es un animal más, es un mamífero y primate, es el exponente más elevado de la evolución de las especies.
El nombre de primate alude a su importancia, su prestancia, su primacía, implicando más un juicio de valor que una descripción. Características de los primates son sus extremidades largas adaptadas a la vida arbórea y manos prensiles (oposición del pulgar), con visión binocular estereoscópica dirigida hacia delante, por lo que tienen cara.
Los primeros primatoides aparecieron hace 65 millones de años, abarcando su evolución todo el cenozoico hasta nuestros días. Tras evolucionar se dividieron en primitivos y superiores, éstos últimos se subdividen en platirrinos (nariz ancha. América) y catarrinos (nariz estrecha. Viejo mundo), en estos últimos 30 millones de años han evolucionado a los póngidos (orangutanes) y homínidos (gorilas, bonobos, chimpancés y humanos).
De los 100.000 genes del ADN que tiene el ser humano o el resto de homínidos, sólo 50 genes son los responsables de las diferencias cognitivas entre ambos grupos.
En 1984, Charles Sibley y Jon Ahlquist publicaron los resultados de sus experimentos de hibridación con ADN de distintas especies que indicaban que el chimpancé y el bonobo están más estrechamente emparentados con el hombre que el gorila. A esta misma conclusión llegó Morris Goodman en 1987 al analizar 7.100 bases de ADN correspondiente al gen de la ß- hemoglobina.
Se piensa que los chimpancés y los humanos avanzaron por distintas líneas evolutivas hace tan solo 5 millones de años, su ADN es idéntico al humano en el 98’4 %. Siendo que la inmensa mayoría de éstas diferencias se encuentran en segmentos no-codificantes del ADN (intrones), si nos limitáramos a los segmentos relevantes (exones) la semejanza sería del 99’7 %.
Según Jaume Bertranpetit (profesor de Biología Evolutiva de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona), las diferencias son menores que las que puedan haber entre distintas especies de chimpancés e incluso a nivel porcentual, las mismas que puedan haber entre diferentes poblaciones humanas.
Según un informe de la revista Cell expuesto por investigadores alemanes el hombre de Neandertal no es antepasado del hombre moderno, sino que se separó genéticamente de él hace unos 600.000 años para no volverse a encontrar jamás. Según un análisis de Pääbo del Instituto Zoológico de la Universidad de Munich, el hombre actual (h. sapiens) tiene su origen a partir de una raza de Homo erectus hace entre 100.000 y 200.000 años, que se propagaron por Europa y otras partes del mundo sustituyendo a los Neandertales europeos sin apenas mezclarse con ellos.
Con la expansión del H. Sapiens se aceleró la evolución cultural (Neolítico: la agricultura) iniciándose la vida urbana y la escritura, y desde hace 10.000 años la cultura humana es incomparablemente más rica, dinámica y desarrollada que la de cualquier animal. Conviene no olvidar que este desarrollo cultural se debe a transmisión de la información a través del lenguaje, la escritura y el aprendizaje social entre individuos de la misma especie y no por diferencias en el genoma.
Como ya sabía Aristóteles, los humanos somos animales como los demás, pero cada especie tiene algo en particular, y nuestra peculiaridad es el “habla”.
¿Cuándo vamos a abandonar esa fantasmada de Homo sapiens y vamos a atrevernos a llamarnos Pan sapiens?, emparentados con el chimpancé (Pan troglodytes) y el bonobo (Pan paniscus).
SER HUMANO: MAMÍFERO SUPERIOR.
En el útero, durante los nueve meses, el feto atraviesa cada una de las fases de la evolución de las especies: célula…pez, renacuajo, reptil, mamífero, etc., recapitulando la historia de la vida. El hombre procede de seres acuáticos y el líquido amniótico, de un sorprendente parecido al agua del mar, parece recrear el océano.
Como hemos visto, el hombre es el último eslabón de una evolución iniciada hace millones de años y su neocortex es sede de su inteligencia, fruto del avance evolutivo de estructuras cerebrales anteriores a través de mutaciones y duplicaciones genéticas. Se habla de «mutación reciente» aquella ocurrida hace aprox. un millón de años.
Investigaciones de McLean hablan de que el cerebro humano tiene tres niveles, cada uno se superpone al anterior en el orden cronológico de aparición filogénica, como en su localización dentro del espacio del cráneo. Así tenemos:
♠ Reptiliano: se localiza en el tronco-encéfalo y cerebelo, de funcionamiento automático y encargado de la supervivencia y la continuidad de la especie.
♠ Mamífero primitivo: localizado en el diencéfalo, sistema límbico y en algunas zonas del neocórtex, permite un universo más rico de emociones y una forma de inteligencia intuitiva. Responsable de tareas como el control endocrino, regulación de la temperatura, relojes biológicos, el comportamiento sexual y la reproducción. El diencéfalo es la sede de la vida emotiva, donde se producen vivencias como el miedo, el estrés, el hambre, la impaciencia, la agresividad, el aburrimiento, el placer, la ternura o el cariño, dando capacidad para la vinculación madre-hijo, niño-familia y niño-sociedad.
♠ Mamífero superior: se localiza en el neocórtex o telencéfalo, sede del intelecto, del pensamiento y de la creatividad, al coordinar la conducta animal y toda la información sensorial, modulándola y dirigiéndola para un propósito superior.

Si bien el desarrollo del neocórtex en el hombre marca un hito en la historia de la evolución, no por ello podemos evitar seguir siendo parte del reino animal. La naturaleza se asegura nuestra supervivencia con los mismos resortes que los de otras especies animales, velando por la supervivencia y el mantenimiento de la especie. Siendo la reproducción, el parto y la vinculación madre-hijo funciones propias del cerebro mamífero primitivo o cerebro emocional (sistema límbico).
El parto es un evento biológico, instintivo y emocional cuyo control por parte del neocortex no puede sino bloquear éste proceso natural. El cerebro de la mujer contiene inscritas todas las intrusiones para llevar a cabo óptimamente el proceso del parto, los asistentes en el parto solo deben facilitar el proceso o actuar cuándo por imperativo de la evolución personal y cultural, la naturaleza encuentra dificultades.
Michel Odent (obstetra francés), afirma que «cuando las mujeres, durante el trabajo de parto, se mueven y actúan de acuerdo con sus instintos, tienen alumbramientos más rápidos y fáciles que las mujeres que no pueden hacerlo así».
Cuando se comprende la naturaleza instintiva del parto, resulta imprescindible que las mujeres dejen de ser entrenadas para luchar contra los reflejos involuntarios e instintivos y las intensas emociones propias del parto, y puedan expresar con libertad su dolor o su emoción, cooperando con las fuerzas de la naturaleza.
Se ha observado que contrariados los instintos en una edad temprana las consecuencias se prolongan durante toda la vida, niñas que han nacido en un ambiente mediatizado y que no han lactado a voluntad se enfrentan al parto de sus hijos con miedo y se sienten incompetentes para tener un papel activo en sus partos o cuidar adecuadamente a sus hijos.